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Corrientes Junguianas Actuales
 
Por el Dr. Daniel Wilhelm
 
 

"Se me pregunta muchas veces sobre mi método psicoterapéutico o analítico. No puedo dar sobre esta cuestión una respuesta terminante. La terapéutica es en cada caso distinta. Si un médico me dice que "sigue" estrictamente tal o cual "método", dudo del efecto terapéutico. (...) La psicoterapia y los análisis son tan distintos como los mismos individuos."

Carl G. Jung

Desde  la muerte de Jung en el año 1961, se ha producido en el campo de la psicología analítica un continuo movimiento y expansión llevado a cabo por sus principales representantes, los que fueron enfatizando y desarrollando algunos de los conceptos específicos del pensamiento  junguiano, al mismo tiempo que los integraban a los recientes desarrollos de otras corrientes psicológicas, como la psicoanalítica, o incluso producían nuevos y creativos enfoques teóricos que ampliaban de un modo novedoso y original las tradicionales premisas teóricas y clínicas de la psicología profunda de Jung.         
           
No fue sin embargo hasta el año 1985, en el que Andrew Samuels intentó sistematizar y ordenar los principios y postulados  de las líneas teóricas emergentes, denominando a los profesionales integrantes de estas nuevas escuelas con el nombre de "posjunguianos". Samuels dice que el campo posjunguiano se caracteriza más por los debates y las discusiones que por el conjunto nuclear de ideas comunes aceptadas. Según la propia definición de Samuels, "Un posjunguiano es alguien que puede conectarse a, interesarse por, estimularse con  y participar de los debates posjunguianos, sea sobre la base del interés clínico, la investigación intelectual, o una combinación de ambos."

Entre las décadas de los 50' y de los 60', era aceptado que en psicología analítica existían dos escuelas:  la "escuela de Londres" y la "escuela de Zurich", reconociéndose que la orientación de la primera era principalmente "clínica", mientras que la de la segunda era fundamentalmente  "simbólica".

Durante los años 70', sin embargo, se produjeron dos situaciones que modificaron esta tradicional división: por un lado, el creciente número mundial de profesionales egresados de la escuela de Zurich hizo que ésta se convirtiera en el centro del movimiento internacional de analistas, al mismo tiempo que se reconocían y aceptaban cada vez más los lineamientos y postulados de la escuela de Londres.  Este hecho relativizó la supuesta mutua exclusión de los términos "clínico" y "simbólico", que definían el campo junguiano hasta ese momento. Por otro lado, el surgimiento a principios de los 70' de un tercer grupo de analistas fundadores de la así llamada "psicología arquetipal" y dirigidos por James Hillman, terminó por dar lugar a una nueva situación dentro del campo junguiano, el que desde entonces quedo dividido en tres escuelas llamadas: "escuela clásica", "escuela evolutiva" y "escuela arquetipal".  La escuela clásica incluye a lo que tradicionalmente solía ser la escuela de "Zurich", mientras que la evolutiva comprende lo que solía ser la escuela de "Londres".
Si bien es cierto que cada una de estas escuelas ha evolucionado hasta presentar diferencias manifiestas, Samuels destaca que: "no debe olvidarse que todas ellas tienen un fondo común de conceptos teóricos y prácticas clínicas, y que cada una de las tres escuelas se nutre de dicho fondo común, pero privilegiando y subrayando algunos elementos más que otros".

La escuela clásica, en general, conserva en su trabajo las bases teóricas y prácticas de la metodología originalmente introducida por Jung, lo cual no significa que no guarde espacio para el crecimiento y la evolución.
La escuela evolutiva se ha ido vinculando a aspectos y postulados del psicoanálisis contemporáneo, principalmente a los de la escuela inglesa, enfatizando la importancia de las experiencias tempranas y de los fenómenos de la transferencia y la contratransferencia durante el análisis.
La escuela arquetipal pone el acento en el concepto fundamental de "arquetipo", partiendo del mismo para abordar de un modo específico y original toda la vasta fenomenología de las experiencias imaginales, tanto las oníricas como aquellas vinculadas a la fantasía.

Según Andrew Samuels existen seis principios, los cuales, en conjunto, constituyen el campo de la psicología analítica posjunguiana.
Los tres primeros son teóricos: 1) el arquetipo; 2) el sí-mismo; 3) el desarrollo de la personalidad desde la infancia a la vejez.
Los otros tres, provienen de la práctica clínica, y son: 1) el análisis de la transferencia y la contratransferencia; 2) las vivencias simbólicas del sí-mismo en el análisis; y 3) la elaboración de la imaginería diferenciada tal y como se presenta.

El ordenamiento que cada una de las escuelas hace de estos principios, sería el siguiente:

En lo que respecta a la teoría,  la escuela clásica establece este orden:
a) el sí-mismo
b) el arquetipo
c) el desarrollo de la personalidad.

En cuanto a la práctica clínica:
a) vivencias simbólicas del sí-mismo
b) elaboración de la imaginería
c) análisis de la transferencia y contratransferencia

Para la escuela evolutiva, la escala teórica sería la siguiente:
a) desarrollo de la personalidad
b) el sí-mismo
c) arquetipo

El orden desde el punto de vista clínico sería:
a) análisis de la transferencia y contratransferencia
b) vivencias simbólicas del sí-mismo
c) elaboración de la imaginería

Para la escuela arquetipal la prioridad teórica sería:
a) el arquetipo
b) sí-mísmo
c) el desarrollo de la personalidad

Y en cuanto al contexto clínico:
a) la elaboración de la imaginería,
b) las vivencias simbólicas del sí-mismo
c) análisis de la transferencia y contratransferencia.

Las características más relevantes de cada una de las escuelas son las siguientes:


La escuela junguiana clásica:

La mayoría de los representantes de la escuela clásica realizaron su formación en el Instituto C.G. Jung de Zurich, y muchos de ellos estaban o habían estado en análisis con el propio Jung, por lo que  sus hallazgos y reflexiones les eran transmitidos directamente por él. David Hart, representante de esta escuela, define un análisis junguiano clásico como  un "continuo descubrimiento mutuo que proporciona consciencia a la vida inconsciente, liberando progresivamente al individuo de la compulsión y la falta de sentido. El enfoque clásico – agrega Hart - se basa en un espíritu de diálogo, tanto entre consciente e inconsciente,  como entre los dos participantes en el proceso analítico".
Cabe destacar que según esta línea teórica, el "yo consciente" resulta absolutamente necesario en este proceso, a diferencia de lo que sostiene la escuela arquetipal, para la cual el "yo" es solo una más de las muchas entidades arquetípicas autónomas.  A su vez, la escuela clásica se diferencia de la escuela evolutiva, ya que no  define el desarrollo en función de la edad o de las etapas psicológicas, sino a través del logro individual del sí-mismo consciente del sujeto que experimenta el análisis.
Los conocidos conceptos, tales como: arquetipo, mundo interno, individuación, símbolo, sueños, sí-mismo, totalidad, ánima y ánimus, sombra, complejos, realidad simbólica, conflicto entre opuestos, psique, compensación, inconsciente colectivo, etc.,  constituyen las bases teóricas y prácticas de esta disciplina.
Particularmente importante resulta el énfasis que esta escuela pone en el desarrollo del sujeto adulto, principalmente en el transcurso de esa etapa que Jung define como "la segunda mitad de la vida", en la que, generalmente bajo la forma de una profunda crisis espiritual, la persona es "impulsada" desde lo más profundo de su naturaleza interior, por mediación y fuerza del arquetipo del sí-mismo, a realizar el camino de su propia individuación, de sus potencialidades de  totalidad y sentido.


La escuela evolutiva:

La psicología analítica desarrollada por Jung y sus colaboradores no se ocupó plenamente de los aspectos psicológicos profundos de la infancia, ni del desarrollo infantil, como tampoco dedicó una gran atención a la utilidad de una correcta comprensión de las diversas formas de relación que pueden desarrollarse en la consulta entre el paciente y el analista.  Freud y sus seguidores, en cambio, intentaban unificar ambas áreas de investigación, relacionando las etapas evolutivas y los estados mentales tempranos con la naturaleza de la transferencia y la contratransferencia, incluyéndolas en la teoría psicoanalítica.  Jung , por su parte, mostró mayor interés en el  campo de la actividad creativa y simbólica, y en la estructura de los contenidos colectivos de la psique, dedicando una parte importante de su investigación psicológica a la segunda mitad de la vida, siendo ésta la etapa del desarrollo humano en la que estos aspectos tenían mayores posibilidades de manifestarse.

En Londres, había un grupo de psicoanalistas entre los que se encontraban Melanie Klein, Wilfred Bion, Donald Winnicott y John Bowlby, que lograron  importantísimos hallazgos en el área del desarrollo mental infantil temprano, y en sus relaciones con la vida psíquica del adulto, los que llevarían a una revisión de la teoría psicoanalítica básica.
Publicaron sus principales trabajos entre los años 40-60’ y se convirtieron en las más destacadas figuras de la "escuela de relaciones objetales" que se formó dentro de la Sociedad Británica de Psicoanálisis y que siguió su propia evolución desde entonces.

Al mismo tiempo, también en Londres, el Dr. Michael Fordham y sus colegas se formaron como analistas junguianos y fundaron la Sociedad de Psicología Analítica. Ellos siguieron con gran interés los nuevos descubrimientos psicoanalíticos y comenzaron a llevar a cabo investigaciones para elaborar una teoría coherente del desarrollo infantil con la tradición junguiana, mientras que intentaban incorporar los nuevos y relevantes hallazgos psicoanalíticas, en particular los relativos al desarrollo temprano y a la transferencia y contratransferencia, y a su utilidad en la clínica. 
Algunos analistas junguianos consideraron que la visión kleiniana era la más adecuada de las aproximaciones psicoanalíticas a la vida mental temprana. 

La importancia que tuvo para la teoría de Fordham el trabajo de Klein, Winnicott, Bion y otros, especialmente acerca de las relaciones objetales tempranas y las patologías del sí-mismo, permitió introducir el conjunto de la experiencia acumulada en el campo del desarrollo infantil dentro del marco de la investigación psicológica junguiana.

A partir de las conclusiones que obtuvo de su propio trabajo clínico, Fordham logró demostrar que el concepto del "sí-mismo", tal como fue descrito originalmente por Jung, podía ser reformulado para integrarlo dentro de la dinámica del desarrollo infantil, a través de la propuesta de la existencia de un "sí-mismo" primario o integrado, original.  Este "self" primario integrado constituye la unidad psicosomática original del niño, otorgándole una  identidad única.  Mediante una serie de interacciones con el entorno, iniciadas tanto desde adentro como  desde afuera, a las que Fordham llama "de-integraciones", el sujeto gradualmente va desarrollando un conjunto de experiencias que en sucesivas "re-integraciones" se van acumulando a lo largo del tiempo para dar lugar al sí-mismo único y particular de ese individuo.  Así, entonces, el proceso de individuación se realiza a través de las adaptaciones dinámicas que el self lleva a cabo mediante sus propias actividades internas en el espacio comprendido en el contexto de su entorno.
Fordham, a través de su modelo,  describe el proceso a través del cual el sí-mismo se de-integra o divide en forma espontánea.  Cada una de las partes se activa o es activada al entrar en contacto e interaccionar con el entorno, y en el momento adecuado reintegra la experiencia vivida a través del sueño, la reflexión y las demás formas de asimilación mental para poder llevar a cabo su desarrollo y crecimiento. Esta forma de intercambios, que en los primeros días tiene lugar principalmente entre el niño y su madre, al igual que con los  "otros" que resultan significativos, es el que permite el desarrollo progresivo del "yo",  ya que el "yo" es el "de-integrado" más importante del sí-mismo. Fordham nos permite comprender que el desarrollo infantil posee contenido físico, mental y emocional, y que el self se halla activamente comprometido en el proceso de su propia estructuración y formación, al igual que con la realización de su propio potencial en el tiempo, mientras que simultáneamente se adapta a lo que el entorno le ofrece tanto cualitativamente como  cuantitativamente bajo la forma de "experiencia".
Fordham logró integrar los conceptos fundamentales de Jung sobre el self  y la naturaleza y función prospectiva de la psique, con las concepciones acerca del desarrollo psíquico y somático  temprano.


La escuela arquetipal:

La "psicología arquetipal" fue creada por James Hillman y un grupo de  junguianos de Zurich a principios de la década de los 70’.  Nace como una reacción ante lo que estos analistas consideraban en la teoría junguiana como "presupuestos metafísicos sin justificación", y una "aplicación complaciente y mecánica de los principios junguianos".

La escuela arquetipal rechaza el término "arquetipo", pero conserva el adjetivo "arquetípico".  Hillman afirma que resulta insostenible la distinción entre "arquetipos" e "imágenes arquetípicas", dado que sostiene que a nivel psíquico solo es posible hallar imágenes. La postura de Hillman es esencialmente  fenomenológica, llegando a relativizar la dimensión hermenéutica en los trabajos con la imaginación.
Según afirma  Hillman, lo "arquetípico" no es una "categoría", sino sencillamente una consideración, una determinada perspectiva que puede ser aplicada a cualquier imagen. Hillman no acepta ni propone la existencia metafísica de arquetipos con carácter previo a las imágenes.  Para quienes adhieren a esta línea de pensamiento, cualquier imagen, inclusive aquellas que son consideradas triviales, pueden ser denominadas y aceptadas  como "arquetípicas".

Hillman utiliza el término "revisionar" como un concepto central de su práctica, entendiéndose por "revisionar" el "desliteralizar" o "metaforizar" la realidad.  Según afirma, el objetivo del análisis no es hacer consciente lo inconsciente,  sino metaforizar lo literal, transformar  lo real en "imaginal", lograr que los individuos puedan percibir y darse cuenta que "la imaginación es realidad", y que toda imagen posee implicaciones potenciales profundamente metafóricas.

La expresión "psicología imaginal" es utilizada como sinónimo de "psicología arquetipal".  Para Hillman, lo "imaginal" es tan real como cualquier realidad externa, lo que tiene su fundamento teórico en el hecho de que cualquier fenómeno, ya sea perteneciente al mundo externo o interno, adquiere su "realidad" sólo después de constituirse y representarse a nivel psíquico.  Esta postura es concordante con la adoptada por Jung para la práctica de la imaginación activa. Para imaginar "activamente", el individuo debe poder contemplar las imágenes psíquicas emergentes como si fueran autónomas y poseyeran una dimensión ontológica equivalente a la de la "realidad" externa.  Hillman utiliza y aplica este método a todas las imágenes, no sólo a aquellas que surgen y aparecen durante la práctica de la técnica de la imaginación activa. La premisa fundamental de la psicología imaginal es "atenerse a la imagen", centrarse y trabajar con la imagen y desde la imagen, dejando de lado todas aquellas complejas interpretaciones e implicaciones hermenéuticas acerca de la misma.

Para Freud, la imagen o la representación no es lo que manifiestamente aparenta ser, sino que es la faceta "visible" de algo que permanece en estado latente.  En cambio, tanto para Jung como para Hillman, la imagen es exactamente lo que parece ser, y nada más.  Para poder expresarse, la psique selecciona de un variado repertorio de imágenes disponibles aquella que resulta especialmente adecuada a los fines de un propósito metafórico específico.  En la praxis de la  psicología imaginal, la técnica utilizada implica la proliferación de imágenes, el atenerse estrictamente a este fenómeno, y la especificación de cualidades descriptivas y metáforicas implícitas. La metodología logra una evocación progresiva de imágenes, comprometiendo al sujeto en la atención cuidadosa de estos fenómenos a medida que van surgiendo, con el fin de lograr descripciones cualitativas y una posterior elaboración de las implicaciones metafóricas.

Hillman también considera que uno de los principales objetivos del análisis es poder lograr la relativización del yo por medio de la imaginación. La imaginación permite relativizar al yo, descentrarlo, logra demostrar que el yo, en última instancia,  también es una imagen, y ni siquiera la más importante, sino tan sólo una más entre muchas otras de igual importancia.
Podemos decir entonces que Hillman no es un hermeneuta sino un fenomenólogo, que prioriza el fenómeno ateniéndose a la imagen, negándose a su interpretación o a su reducción a la mera categoría del concepto, ya que sostiene  que toda hermenéutica lleva consigo el ineludible riesgo del reduccionismo.  Así, Hillman afirma al respecto: "Si para los freudianos los objetos alargados son penes, para los junguianos los objetos oscuros son sombras". Es evidente que toda adhesión dogmática al reducido espacio de una teoría o epistemología particular, no puede sino derivar en las distorsiones que son propias de la generalización y la cercenación  de los distintos aspectos de la realidad.

La psicología imaginal otorga un especial valor a la particularidad de las imágenes sobre la generalidad de cualquier concepto. Cada imagen posee una dimensión en la que las cualidades descriptivas que presenta son de tal grado de diversidad que resultan potencialmente infinitas, al igual que lo son sus potencialidades metafóricas. Hillman afirma que "las imágenes y la fantasía se encuentran en el nivel básico de la realidad.  Estas imágenes constituyen la actividad primaria de la consciencia. Las imágenes constituyen la única realidad que aprehendemos directamente".

A pesar de las divergencias que encontramos entre sus respectivos enfoques, existe un sólido espíritu de colaboración e integración entre las distintas escuelas posjunguianas, como así también del conjunto de ellas con respecto a otros lineamientos teóricos y prácticos de otras corrientes terapéuticas. Tal vez la siguiente frase de Hester Solomon sea el más claro ejemplo para graficarlo: "Resulta de hecho irónico que las grandes tradiciones freudiana y junguiana se separaran por motivos históricos, filosofías personales y políticas profesionales.  Considerado como una totalidad, el movimiento de la tradición analítica en su conjunto, abarcando a ambos, psicoanálisis y psicología analítica, podría ofrecer, a pesar de las diferencias reales que pudieran existir, un terreno más amplio y potencialmente más creativo para el surgimiento de desarrollos enriquecedores en el extenso campo de la psicología profunda en general, y de los contenidos y procesos del sí-mismo en particular."

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